Recuerdo aquellos días cómo si fueran hoy, esas imágenes que me vienen a la cabeza me traen horrorosos recuerdos. A partir de aquél día empezé a temer la inmensa oscuridad del espacio. Soy, actuálmente, un astronauta retirado, aunque ahora me dedico a la poesía. Bien, todo empezó hace ya 200 años. Sí, doscientos años, aunque para mí sólo duró un mes, debido a cosas raras del espacio, no sé. En aquel momento acababan de nombrarme astronausta, dieciocho añitos tenía. Era el envíado espacial para una misión en Marte. Allí divisaron un objeto volador no identificado con un macrotelescopio, y sabían que era no identificado porque notíficaron a los Estados Unidos y Rusia si habían envíado una nave para investigar Marte, y obviamente dijeron que no. Estaba nervioso, era mi primera misión, ¿cómo iba a no estar nervioso? Prepararon para mí una nave de último modelo, de varias plantas, con disposición de alimentos para treinta años, un servicio de televisión, piscina climatizada, jacuzzi... Iba a vivir cómo Dios, lástima que utilicé la velocidad del Sonido para ir hasta allí, pero eso lo contaré en otro momento. Ya me encontraba en la nave, y ya los encargados del despegue estaban dando la cuenta atras. Cuando llegó al cero, obviamente la nave despegó. Ya había atravesado la atmósfera de la tierra. Fué inminente llegar hasta la nave, en cinco horas estaba ya allí. Me ví un par de pelis en la televisión, ya que obviamente, aunque han avanzado mucho con la tecnología de naves, no llega la señal del satélite hasta Marte. Me adentré en la otra nave. Era terrible, daba mucho pavor. Estaba todo abandonado, había charcos de sangre por todos lados y cuerpos putrefactos clavados en las paderes. Había un arma en el suelo. La cogí, y mientras me adentraba en sus profundidades, me recorría por la espalda un escalofrío. Me sobresaltó lo que parecía ser un ser extraterrestre. Me dí un gran susto, casi me da un infarto. Le disparé varias veces en la cabeza y ni se inmutaba. Se dió la vuelta, y en lo que parecía su espalda tenía un punto negro. Le disparé y se desangro, que asco me dío. Era su talón de Aquiles, y esa experiencia me ayudó a combatir de igual a igual con los demas extraterrestres, que no eran pocos, vaya que no. Cuando se desintegró, había una AK-47 versión ligera con un paquete 500 balas. Tiré la pistola, y me armé hasta los dientes. Los días empezaban a ser monótonos, una copia del mismo día. La nave era tan inmensa que me había perdido. Me encontraba sólo, lejos de mi familia y mi pareja. Contenía las lágrimas un día tras otro mientras pensaba aterrado qué seres me iban a atacar, no podía vivir. Respiré profundamente, coloqué la pistola en mi boca y me disponía a disparar, pero. La nave se puso en marcha, es decir, estaba parada. Y mientras esto sucedía, dos seres que parecían más listos que los otros, me quitaron la metralleta y me llevaron ante el jefe. Medía por lo menos unos 40 metros de ancho y 60 de alto. Imponía mucho, y era horrendo. No podía ni morir, me privaron de ello. Me encerraron en una jaula hasta llegar a un planeta extraño y con forma ovalada. Allí habían más humanos, podía relacionarme con alguien de mi especie. Por un momento llegué a sentirme feliz. Pero lo que me contaron luego me hizo sentir un inutil. El gobierno estaba mandando muñecos de prueba a esos extraterrestres para que experimentaran con ellos. Allí pasamos días y días, hasta que ocurrió un milagro. Un ser del futuro había venido a rescatarnos. Extrañamente, se parecía mucho a mí. Subimos todos a la nave y escapamos sin más. Ahora me encuentro dentro de esta nave en la que sí se puede ver la televisión. Aún falta mucho para llegar a la Tierra, y estamos todos en shock. ¿Qué nos está ocultando el gobierno? ¿Ocultará más información aparte de esta? Quién sabe! El gobierno de Estados Unidos siempre ha tenido un hilo de secretos alrededor de él. Cuando subimos a la nave, ese hombre me dijo <<En qué líos me metía.>> Nunca voy a entender esa frase, o quién sabe, quizá si.
Continuará ~