Este One-Shot es patrocinado por Floette's Dreams y creado por FranMagius.
~Todos sueñan con el mismo, pero el mío fue diferente~
Primera Parte: Mi comienzo al amanecer.
Segunda Parte: Mi rescate carmesí.
Tercera Parte: Mi lamento gélido.
~Primer día, primera parte~
En un país muy lejano, donde el viento soplaba con fuerza, las montañas se elevaban hasta las nubes y las ventiscas atoraban de nieve toda la región de tanto en tanto, se encontraba una zona protegida por una enorme barrera de cristal la cual separaba el exterior, de lo que se encontraba dentro de ella.
La ciudad oculta era conocida como Purinsu, un lugar frío en el que se levantaban grandes torres de hielo y ladrillos blancos formados a partir de bolitas de nieve. También era conocida como la ciudad de las princesas, pues en cada una de esas torres, estaba prisionera una de ellas.
Escapar de ese lugar tan elevado era imposible para una frágil dama desarmada e infeliz, pero todas guardaron durante muchos años la esperanza de que su príncipe azul llegara a sacarlas de allí, y así fue, hermosos y apuestos príncipes desconocidos nacían por arte de magia en aquellas tierras perdidas, con el objetivo de rescatar a la que sería su princesa de por vida.
Todas las doncellas fueron escapando junto a sus hombres de las torres, felices, sin miedos pues estaban protegidas por un valiente guerrero, excepto una joven Froslass, la cual lucía un rostro encantador pero a la vez apenado por llevar encerrada desde su nacimiento entre paredes y oscuridad.
Se aferraba a los barrotes cantando una frágil melodía que se mecía junto al sonido de una ya pasada ventisca nocturna, el Sol parecía estar saliendo, el amanecer estaba llegando y por lo tanto, un nuevo día.
: Soy la única princesa que queda en las torres, y nadie viene a ayudarme...—pasa su mano derecha por los ojos ocultando las lágrimas.
La Froslass no tenía una torre como las demás, la suya era vieja, apartada del resto y que pareciera estar apunto de caerse en pedazos.
: Los príncipes deberían sacarnos de la torre, liberarnos y amarnos por la eternidad, felices y sin problemas; pero yo no parezco correr la misma suerte que las demás.
Se acurrucó junto a una de las paredes, dejando pasar el tiempo, hasta que la noche tomó toda la ciudad, Purinsu se sumió en la oscuridad, los guardias vigilaban todos los alrededores, pues no permitían que los príncipes se adentraran en ninguna torre. Estaba dispuesta a dormir, cuando el choque de una bola de nieve hizo sonar los barrotes.
: ¿Q-quién es...?—se acerca donde vino el ruido.
Sus ojos se iluminaron, pudo ver la silueta de un apuesto mozuelo que brillaba con luz propia, su cola estaba en llamas, derritiendo toda la nieve que había rodeando, la miraba con serenidad, dispuesto a entrar a aquella torre, subir todos los escalones y llegar hasta ella.
: Shhh...—pone uno de sus dedos en la boca.
: —en voz baja—¿eres un príncipe de los que rescatan princesas?
El Monferno subió a toda prisa, cortó la puerta que encerraba a la joven en pedazos y se acercó a paso lento. Ella no pudo resistir la emoción y se lanzó a sus brazos de seguida, mientras sollozaba de felicidad, su príncipe había llegado, por fin.
: Princesa, sería un honor poder llamar por su nombre a mi amada, ¿podría?—se arrodilla y le besa una mano.
: Mi nombre es Brisa, Brisa Tornado, llevo encerrada aquí por más de 15 años, agradezco tu llegada desde lo más profundo de mi corazón, mi príncipe. ¿Puedo saber tu nombre?
: Aún no tengo nombre, no hasta que hayamos huido de la región. Debemos alcanzar la barrera de cristal con sigilo y salir de aquí, recuerda, para atravesarla tendrás que tomar mi mano, de otro modo no podremos conseguirlo.
El joven príncipe era calmado, llevana una túnica corta que le cubría hasta la mitad del cuerpo, sus manos eran cálidas y su cola desprendía una suave calorina, en la espalda colgaba una vaina en la que escondía su espada. Cogió a Brisa rápidamente en brazos pues no podía perder más tiempo en el interior de la torre, y corrió con ella escaleras abajo, hasta alcanzar la puerta de salida.
: G-gracias... por ayudarme.—se sonroja.
: ...—le acaricia la cabeza con suavidad—bien, avanzaremos unos pocos kilómetros, y nos refugiaremos entre el bosque.
Y sin dudar un segundo más, comenzó a correr a toda prisa con la princesa entre sus brazos, camino a un refugio en el que pasar la noche fuera de peligro.
~Segunda día, segunda parte~
Pasaron la noche junto a una hoguera apartados de la zona en la que los guardias vigilaban sin descanso. Brisa se quedó dormida poco rato después de encender la hoguera, mientras que el príncipe afilaba su espada para el próximo día. Finalmente, se acercó donde estaba la princesa, y puso su túnica sobre ella para que no tuviera frío, y tras eso miró un mapa de la ciudad, viendo que tendrían que atravesar unas montañas para poder llegar a la zona externa y así alcanzar el muro de cristal.
El Sol ese día no salió, el cielo estaba rojizo, nublado y tras él no podía verse nada, la princesa miraba la enorme masa nubosa que cubría todo, y se agarró a la túnica de su príncipe.
: Princesa, anoche vi el mapa y debemos salir ya de aquí, tendremos que atravesar unas montañas algo peligrosas, pues están llenas de guardias escondidos y arqueros camuflados.
: Tengo miedo... ¿lograremos salir de aquí?
: Lo lograrás princesa, haré lo que esté en mis manos.—pega su frente a la de ella cerrando los ojos.
La cogió en brazos y comenzó a correr sin mirar atrás atravesando los bosques, algunos Houndoom hambrientos se lanzaron hacia ellos, pero junto a su espada, iba cortando todo lo que se ponía en su camino, un gran trazo rojizo iba quedando a su paso, eliminaba todo aquello que tratara de impedirles avanzar.
Subieron algunas cuestas, el terreno comenzaba a ser más elevado, un tanto rocoso y grisáceo. Al llegar a la entrada de la montaña, la batalla estaba por dar su inicio, un enorme Steelix se puso frente a ellos evitando la entrada al interior de las montañas, y se preparó para destruir al príncipe y a la princesa.
: Princesa Brisa, por favor, escóndete tras aquellas rocas.—señala.
La princesa se escondió tras unas rocas, observando a aquel apuesto príncipe sacar su espada y con ella apuntar al Steelix.
: Acabaré contigo.—corre hacia él.
: Los principitos no van por montañas, ¿lo sabías?—ataca antes de tiempo dando un golpe con la cola.
: No me importan los demás.—salta girando en el aire y se engancha a él.
Logró hacerle algunos cortes en el cuerpo, pero no era suficiente, la piel del Steelix era demasiado robusta como para clavar la espada en él.
: No puedo dañarle, ¿qué hago...?—pensativo.
: —Aprovecha el despiste—¡Muere!—lo golpea con fuerza.
: —Impacta contra el suelo rodando—¡Agh, mierda, no lo vi venir!—se levanta con algo de dolor.
Brisa quedó espantada al verlo rodar por el suelo de forma tan dolorosa, entonces ignoró las palabras del príncipe y salió de su escondite. Plantada cara a cara contra el Steelix, abría los brazos en señal de proteger a su amado, mientras el enemigo reía sin parar al ver a una mujer dispuesta a luchar.
: ¡No me subestimes!—comienza a levitar y a soltar un aura azul.
: —Cierra los ojos y crea una barrera a su alrededor—Tempestatem...
: ¡Te haré pedazos, no me importa que seas una princesa!—acercándose a ella.
: Ice...—Sus manos empiezan a brillar en un azul intenso.
: —Golpea al Steelix distrayéndolo—¡Ni la toques!
: —Abre los ojos—¡Blizzard!—lanza una fuerte tormenta de hielo hacia el enemigo.
El príncipe quedó asombrado ante tan gran poder, pues el Steelix había quedado totalmente congelado, ya no se podía mover. Brisa le indicó que debía cortarlo enseguida con su espada para hacerlo en pedazos, y así fue, salto con fuerza, y lo partió por la mitad al completo.
La zona había quedado despejada, se prepararon para continuar y atravesaron gran parte de la montaña, cruzaron todo el interior asesinando a los arqueros camuflados y llegaron hasta la salida de las montañas, allí, tres guardianes defendían el paso.
: Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?—ríe.
: El principito y la principita—saca un arco y lanza una flecha a Brisa.
: —Lo esquiva—¡dejadnos pasar, o tendremos que acabar con vuestras vidas!
: —Saca una katana—¿A quién corto primero?
Los rodearon, Brisa y el príncipe pegaron sus espaldas, cubriéndose el uno al otro, aunque él no parecía estar de acuerdo en que ella le ayudara.
: No, no voy a hacer como las demás, yo también voy a luchar por salir de este lugar, no te dejaré sólo.
: ¡Dejaos de cháchara!—va hacia el príncipe saltando.
: Acabemos con él.—saca dos cuchillas.
La princesa pudo ver como todos fijaron el mismo blanco, se quedó algo inquieta, pues tenían planeado acabar con él y después aprovechar para atacarla, corrió y se escondió tras unas rocas pensando lo que haría.
: ¡Agh, no aguantaré mucho tiempo!—defendiéndose de los golpes de ambos.
: ¡Te atravesaré con ella, no lo dudes!—se lanza con la katana.
: —Salta y lo esquiva—¡Uf, eso estuvo muy cerca!
Brisa vio como la Roserade se reía de lejos, apuntando con una flecha al pecho del príncipe, entonces se paró a pensar y supo que debía acabar con ella primero, y que así conseguiría ayudarle.
: ¡Cuidado, a tus espaldas!—le grita.
: —Esquiva la flecha antes de que le atraviese—No me acordaba de ella... esto se pone difícil...
: Estúpida princesa, la siguiente serás tú—la apunta.
: ¡Ice captionem!—atrapa los pies de la Roserade en hielo.
: ¡¿C-cómo?!—intentando soltarse.
: Si te atreves a lanzarme esa flecha, te congelaré de por vida.—la mira con desprecio.
Pero la Roserade ignoró sus palabras y lanzó la flecha contra ella, fallando en el tiro pues estaba muy nerviosa. La Froslass se acercó lentamente hacia ella, con una mirada seria, y una vez delante de ella, cumplió con lo que dijo.
: ¡Fulminat!—la congela del todo—descansa en paz.
El príncipe seguía luchando contra ellos, ahora algo más seguro, pues no tenía a nadie apuntándole de lejos, chocaba su espada contra la katana del Shiftry, a la vez que esquivaba las cuchillas del Bisharp.
: Ríndete de una vez, ¿no te cansas de luchar?—algo exhausto.
: ¡Nunca bajes la guardia!—lo atraviesa con la espada.
Un gran chorro de sangre carmesí salió del Shiftry, y cayó al vacío de la montaña sin vida, el príncipe había sido herido, aunque aún parecía poder moverse, pero de su pecho salía sangre, le propiciaron un buen corte mientras Brisa se encargaba de la Roserade.
El Bisharp aprovechó el despiste para acercarse a él y atravesarlo con sus cuchillas, pero antes de que lograra hacerlo, la princesa provocó un desprendimiento golpeando rocas sueltas que había donde ella. Todas rodaban hacia ellos.
: ¡Corre, esquívalas!—grita al príncipe.
: —Se tira corriendo al otro lado evitando el desprendimiento—¡Gracias Brisa!
: ¡No, no, aghhh!—grita mientras cae al vacío junto a las rocas.
Habían acabado con todos los enemigos, por fin podían huír de aquella montaña y salir a la zona más externa de la ciudad, una zona en la que si te quedas demasiado tiempo, puedes morir congelado, pues las ventiscas soplan con tal fuerza que acabarían hasta con un Pokémon legendario.
Brisa observó en el camino extraño al príncipe, andaba más lento de lo normal, y en un momento cayó al suelo desplomado, había perdido sangre por la herida, y estaba debilitado. No podía dejarlo ahí, no podía quedarse esperando, morirían congelados, lo subió sobre su espalda, y lo cargó hasta una cueva que había al lado.
: Por favor, recupérate pronto, descansemos aquí hasta mañana... buenas noches mi príncipe.—acaricia su cabeza con delicadeza y se duerme a su lado.
Fuera de la cueva era imposible estar, por lo que se quedaron ahí hasta el amanecer, el último amanecer dentro de la ciudad de Purinsu.
~Último día, final de una historia~
: ¡¿E-estás bien?!—lo toca por todos lados comprobando—¡¿No te duele nada?!
: Bueno, me cuesta algo correr, pero no creo que haya problema si vamos a un paso más suave.
: Salgamos entonces de aquí.—sale al exterior.
: Sí, debemos seguir el camino.—saliendo con ella y señalándole donde ir—allí está el muro de cristal, nos queda muy poco para alcanzarlo.
Los dos tomaron rumbo de nuevo hacia el muro, no quedaba mucho camino que recorrer, fueron hablando tranquilos a un paso suave por senderos de nieve en los que las huellas se iban marcando.
: Y dime, ¿no tienes familia?—le mira.
: No te preocupes, yo seré tu familia. Yo tampoco tengo a nadie a quien querer, así que permíteme que te quiera a ti, pues eres lo único que tengo.—le agarra de la mano.
: Princesa...—se sonroja—cuando salgamos, ¿me darás un nombre?
Una flecha cayó justo al lado de ellos, entonce se pusieron algo más serios y miraron a todos los alrededores, no había señal de ningún tipo de ser. El Príncipe cubrió a la princesa con la mirada clavada en una cima que había al lado de ellos.
: ¡¿Qué queréis de nosotros?!—los apunta con la espada.
: No deberíamos estar aquí, mira...—señala a otras dos cimas que había a los lados.
En cada una, había un enorme ejército de arqueros, todos apuntaban al príncipe y a la princesa sin decir palabra, querían acabar con ellos en aquel lugar, justo en ese momento. Pegaron las espaldas y comenzaron a defenderse de los ataques, Brisa iba congelando algunas de las flechas que llegaban y el príncipe iba cubriendo toda la zona de los disparos.
Brisa parecía cansarse de usar la magia por tanto tiempo, y él pudo ver como empezaba a poner muecas de cansancio, pero aquella masa de arqueros no se rendía, seguían apuntando con frialdad a ambos.
: No podemos quedarnos aquí, vámonos Brisa.—la coge en brazos y huye corriendo hacia el muro.
: ¡Rápido, nos van a alcanzar, nos siguen de cerca!—tratando congelar a algunos enemigos.
Pero el príncipe estaba dolorido del corte todavía, correr le costaba mucho, y la herida se le estaba abriendo por hacer tanto esfuerzo, empezaba a cojear, y a andar más despacio.
Entre un paso y otro, lograron llegar hasta el límite del muro de cristal, el lugar en el que debían escapar.
: A prisa, princesa, tómame de la mano, debemos huír de aquí.—acerca su mano.
No llegó a tiempo, un arquero apuntó con precisión y fuerza hacia el pecho del príncipe, haciendo que la flecha se clavara en su interior por completo, atravesándolo. De su boca escupió un chorro de sangre que fue a parar al traje de Brisa.
Impactada, se encontraba la princesa ante aquella situación, aún agarrada de la mano del príncipe que comenzaba a sangrar sin parar en el blanco terreno nevado.
: ¡N-no... n-no, no puede ser!—temblando.
: P-princesa... no sueltes mi mano, sal del muro, hazlo...
Brisa miraba como su príncipe cerraba los ojos, y se soltaba de su mano, haciendo un chapoteo en la sangre al caer. La princesa lloraba, sin parar, sin que nadie la detuviera, gritaba de dolor junto al ahora fallecido príncipe. Se levantó lentamente, como si fuese a caerse en algún momento e impactó la mirada en todo aquel ejército que estaba frente a ella.
: ¡¿Por qué hacéis esto, desgraciados?! ¡Panda de inútiles, os voy a matar, voy a dejaros sin vida, acabaré con todos de una sola vez!—Comienza a soltar un gran furor azul.
Una fuerte ventisca atacó al lugar, los arqueros se cubrían, viendo en la distancia a una mujer que lloraba con un fuerte lamento, que los miraba con desprecio. Todos apuntaron de repente a Brisa, pretendían matarla antes de que hiciera nada. Pero ella corrió, abrazó a su príncipe y lo besó entre aquella tormenta de nieve.
: ¡No os lo vais a llevar, me quedaré con él, para siempre!—lo aprieta con fuerza mientras de sus ojos caían lágrimas sin cesar—¡Cryogenics... finale!
Las nubes se volvieron negras, todo el lugar parecía cerrado, y una vez la princesa pronunció las palabras, una fuerte masa de hielo comenzó a congelar todas las cercanías. El hielo lo arrasaba todo, dejando en su interior atrapado, todo lo que estaba en su camino.
Los arqueros que la apuntaban, se sellaron antes de poder lanzar las flechas, y el hielo, iba poco a poco acercándose a Brisa, que abrazaba con más tristeza que nunca a su príncipe.
: Me quedaré contigo, a tu lado, pase lo que pase, nadie podrá sacarnos de aquí...—le besa mientras es congelada.
Ambos quedaron atrapados en un enorme cristal de hielo, en su interior, se podía ver a dos personas besándose, abrazadas, que habían luchado por huír de aquellas tierras, pero que, a diferencia del resto no pudieron lograrlo.
El viento se detuvo, y el campo de batalla quedó sumergido en la masa de hielo, territorio helado, enemigos congelados, flechas paralizadas por el resto de las eras y en el centro, aquel enorme cristal, que indicaba el triste final de esta historia.
Una historia que no pudo terminar como las demás, Brisa no pudo darle un nombre como prometió, no pudo escapar junto a él como las leyendas contaban, y no pudo tener una feliz vida a su lado.
La historia de una princesa, que prefirió dormir por la eternidad al lado del único príncipe que se había dignado a sacarla de la torre, a dejarlo morir en soledad.